Poesía

Tu voz es la espada que libera el silencio de mi alma.

martes, 6 de julio de 2010

“Yo llegué a la literatura por hambre”

Hernán Rivera Letelier, treinta años de minero, premio Alfaguara de Novela.
Ima Sanchís - 06/07/2010.

"59 años y 357 días. Me crié y vivo en el desierto de Atacama. Estoy casado y tengo 3 hijas, un hijo y 4 nietas. Vivo con 7 mujeres que me mandan a comprar el pan. Soy zurdo, hijo de obrero y obrero yo mismo. Mi padre era predicador. Yo no creo en Dios, pero sé que él cree en mí

Eramos pobres como ratas, andábamos descalzos y a patadas con los piojos, pero la mía fue una infancia feliz. Tenía todo el desierto como patio para jugar.

¿Cuál era su juego preferido?

Cazar remolinos de arena. Por las tardes se armaban unos remolinos tremendos que se llevaban la ropa tendida y los techos de uralita. Los niños creíamos que si alcanzábamos uno, nos metíamos dentro y abríamos los ojos, le veríamos la cara al diablo.

¿Ha visto al diablo?

El diablo era yo. En aquel desierto era el niño extraño de la patota (pandilla), el que hablaba poco y se iba al cerro solo con 7 años a oír el silencio, a sentir esa soledad de planeta abandonado.

... El reino mineral.

Fue el desierto el que me enseñó a conocerme, a conversar conmigo mismo, a encontrar mi alma.

¿Era difícil ser el hijo del predicador de un campamento minero?

El viejo fue un minero toda la vida y murió de silicosis, de color azul. Tras partir piedra durante todo el día, cansado como perro, se ponía su corbata y se iba a predicar.

Y usted a su lado.

De la mano. Era analfabeto, aprendió a leer solo, y sólo la Biblia, otra cosa no sabía leerla. Pero tenía una verba inflamada.

¿Apocalíptico?

Sí, yo me crié esperando el fin del mundo y leyendo el único libro que había en casa, la Biblia. Cuando entré en la escuela a los 7 años leí dos poemas una y otra vez, de Machado y de Tagore, me fascinaron. Pero no leí nada más ni escribí hasta los 18 años.

La vida es sorprendente.

Cuéntemelo a mí. Hoy estoy convencido de que todos nacemos con un don que hay que descubrir, y que mucha gente muere sin conocerlo; es triste eso.

Cuénteme el camino recorrido.

Cuarenta y cinco años bajo un sol de 40 º y noches bajo cero. Cuando nos levantábamos por la mañana había que partir el agua con un hacha. Y allí estaban todas las injusticias: la historia de la pampa está llena de matanzas. A los 9 años quedé huérfano de madre, le picó una araña. Tenía 36 años.

¿Cómo lo vivió?

La madre es como la muralla que te salva de la muerte: cuando ella desaparece, quedas de cara frente a la muerte. Y eso es lo que sentí. ¿Lo entiende?

Perfectamente.

A los 11 años ya trabajaba. A los 18 vi en el cine del campamento un noticiero que explicaba que en el mundo se estaba produciendo una revolución juvenil, y se veían jóvenes abandonando las fábricas y los hogares con la guitarra al hombro.

... Y se fue.

Anduve cinco años y descubrí que llevaba un poeta dentro: dormía en una playa con otro hippy y una radio. De pronto paró la música y oímos la voz engolada de un locutor que explicaba que cada sábado se premiaban los tres mejores poemas que enviaban los oyentes durante la semana.

¿Cuál era el primer premio?

Una cena para dos. Llevábamos una semana sin comer caliente y tuve la convicción de que ganaba. Ahí mismo escribí un poema de amor de cuatro páginas, sin un tachón ni la más mínima noción de poesía.

Ganó.

Sí. Fue la misma convicción que tuve 25 años después en la mina, cuando escribí La reina Isabel cantaba rancheras y la mandé al mejor concurso de novelas de mi país. Yo llegué a la literatura por hambre, nunca más dejé de escribir y nunca más pasé hambre. Después de recorrer mi país, volví al desierto, a trabajar a la mina.

¿A su mujer la encontró en la mina?

Sí, tenía 16 años, yo 24. Ella no sabía nada de literatura, pero tenía una sensibilidad tremenda. Amueblé mi casa con premios de poesía, gané más de 25 concursos. Yo le leía los poemas y ella me decía: "Con este sentí algo", y ese enviaba. Ella tiene algo que pocas mujeres conservan: cocina cantando.

¿Y todo esto sin leer a los clásicos?

A partir de los 25 años lo leía todo, quería escribir mejor y comparaba con los de los grandes, ellos maestros.

¿Cómo se siente?

Como un niño. Así como nunca me sentí pobre cuando era niño porque siempre intuí que tenía algo que valía mucho y que la pobreza es un enmarcamiento mental, ahora que estoy llegando a viejo siento que, mientras tenga proyectos, no seré viejo.

¿Qué quiere contar?

Mi madre daba de comer a los obreros y después de la cena algunos de esos viejos se quedaban conversando a la luz de una vela. Yo me levantaba y a hurtadillas me metía debajo de la mesa a escuchar sus historias: la del bebé con dentadura de oro que encontraron en una mina, la del descabezado..., volvía a la cama muerto de miedo. Cuento la historia de la gente de ese desierto.

Al final el secreto es la fascinación.

Eso...: ¡la fascinación! ¿Sabe cuál es la diferencia entre un intelectual y yo?

¿?

Ellos creen en lo que escriben por sus ideas y conceptos. Yo tengo fe en lo que escribo, en mi intuición, mi imaginación, mi experiencia de vida. Un intelectual no baila, yo para estirar las piernas paro de escribir y me pongo a bailar como un loco.”

En: http://www.lavanguardia.es/lacontra/lacontra.html


Del álbum Chicago II (1970), en el inconfundible estilo jazz – rock y su inherente sesión de metales; clásica pieza donde sobresale el excelente “solo” de guitarra de Terry Kath. Siempre se puede hacer mas, si la actitud es mucho mas que deseo: 25 or 6 to 4; Chicago.