Tu voz es la espada que libera el silencio de mi alma.
jueves, 22 de diciembre de 2022
Crítica del pensamiento amoroso “Cuanto más se tiende al
individualismo, más se reclama el amor (o más nos quejamos de su
imposibilidad), desde la literatura, la ciencia, la política o los media, como
una forma básica de cohesión entre los humanos. Cuanto más sutil es la
jerarquización entre grupos de personas definidas como diferentes (mujeres y
hombres, pobres y ricos, negros y blancos, homosexuales y heterosexuales...),
más se proclama el amor como algo que está por encima de las diferencias; o.
dicho de otra manera, menos conscientes somos de que el amor está uniendo a tipos
de personas que están siendo previa y paralelamente construidas como diferentes
y/o desiguales y que. por tanto, pueden partir (y mantener) de cotas distintas
de poder.” “El amor en sí no es esencialmente
inocente. El amor en sí no es necesariamente nada. El amor es una expresión de
energía psíquica en búsqueda de satisfacción. Cuando invertimos en otro ser
humano la proyección de nuestras fantasías idealistas, la energía del amor se convierte
con demasiada facilidad en hostilidad. Esto, que encuentra expresión en las
formas habituales de control, distorsiona nuestro deseo de satisfacción y lo
convierte en la reproducción de todo lo que pretendemos superar. Cuanto más
invertimos en el amor dependiente, más intensos se vuelven estos procesos.” En este sentido, una de las
conclusiones principales de todo este proceso sería la idea de que una teoría
del amor es. de algún modo, una teoría del poder y una teoría de la justicia.
Más aún. Podríamos decir que poner al descubierto los peligros de los discursos
sociales hegemónicos sobre el amor nos prepara también para estar alerta frente
a los peligros de algunos discursos sociales dominantes en torno a la justicia
y la libertad, en un contexto como el nuestro donde el neoliberalismo se
disfraza de humanismo.” Mari Luz Esteban. Crítica del pensamiento amoroso. Ediciones
Bellaterra. 2001, Barcelona.
Alta
hora de la noche Cuando
sepas que he muerto no pronuncies mi nombre porque
se detendría la muerte y el reposo. Tu
voz, que es la campana de los cinco sentidos, sería
el tenue faro buscado por mi niebla. Cuando
sepas que he muerto, di sílabas extrañas. Pronuncia
flor, abeja, lágrima, pan, tormenta. No
dejes que tus labios lleven mis once letras. Tengo
sueño, he amado, he ganado el silencio. No
pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto: desde
la oscura tierra vendría por tu voz. No
pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre. Cuando
sepas que he muerto no pronuncies mi nombre. Roque Dalton.
Cuando
me olvides, olvídame con toda tu alma,
para
que mi recuerdo se diluya en tu joven corazón,
y
entonces yo, viva por siempre en ti. (**)
“Bittersweet”, Big Head Todd & The
Monsters. (Midnight Radio, 1990/22/12)