Poesía

Tu voz es la espada que libera el silencio de mi alma.

sábado, 20 de abril de 2024

 

Antonia.
 
La historia con Antonia finalmente se resume en una carta. Esa carta del adiós y el perdón.
 
Quinto semestre, sentados de frente en la clase de filosofía, las palabras pronto nos ataparon, y nuestras miradas cambiaron, una mañana por fin ese beso tan esperado, bendito amor. Dos veces por semana valía la pena la espera en el salón, me miraba y escribía hermosas palabras de amor en mi cuaderno de estudiante, y dibujaba ese tonto corazón atravesado por la flecha y nuestros nombres al centro.
 
En las noches me invadía su imagen y tejía historias mientras suavemente sonaba “Drive”. Hasta que una tarde sobre la almohada cayo el Walkman y entre nuestros murmullos se perdió la canción. Todo marcho bien como el gis a la pizarra.
 
Una fatídica mañana paso tan de prisa y me entrego una carta, jamás entendí porque tuvo que ser así, sin explicación, pero claramente leí en la carta la historia de desamor de sus padres, ¿Cómo podría haber semejanza en nuestra relación? Siempre supuse que esa es la razón de ese adiós. Ser joven te otorga el orgullo de no suplicar, el perdón a esa edad no existe.
 
Finalmente, un día la casualidad, el encuentro. Alguien cubrió mis ojos y escuche: ¿sabes quién soy? La sorpresa fue grande para ella, me acompañaba mi esposa. Pero insisto nuestra historia termino con esa maligna carta, y no puedo evitar recordarla al escuchar “Drive”. Supongo que así se ligan los amores con las canciones.
 
Fin.
 

 
Quisiera escribir, decir, gritar, quédate conmigo, porque en mi pesimismo solo siento como te alejas.
 
 
 Del álbum Heartbeat City, composición de Ric Ocasek, en la voz de Benjamín Orr: Drive, The Cars. 1984.