Poesía

Tu voz es la espada que libera el silencio de mi alma.

domingo, 30 de octubre de 2011

Las palabras de Muñoz al poeta.

Fragmento de la intervención de María José Muñoz en la presentación del nuevo libro de poemas de Jesús Maroto.

“«Buenas tardes a todos. La poesía parece estar de moda. Tanto el último premio Nobel de Literatura, Tomas Tranströmer, como el Príncipe de Asturias de las Letras, Leonard Cohen, son poetas. No obstante, al gran público se le resiste este género literario, hasta el punto de que una de las crónicas periodísticas de la entrega de premios de la Academia Sueca que leí decía: «Puede asegurarse de él, sin que suene anacrónico, que es un poeta».
En mi caso, puedo atreverme a decir que los poetas existen, sí, que andan como nosotros por las calles que cada día pisamos, que van a la compra y suben en ascensores hacia sus casas como las nuestras; incluso que llevan su coche al mecánico cuando tienen averías, o soportan estoicamente la genética de los hijos adolescentes, como los nuestros. ¿Y por qué me atrevo a decir que los poetas existen?... porque yo conozco a uno, un poeta que, además, es auténtico, que ni va de poeta ni finge serlo, sino que es irremediablemente poeta, un pobre poeta solitario e incomprendido muchas veces, o un afortunado poeta que allana la feliz morada de las musas como si tal cosa, situándose a años luz por encima del suelo que pisamos nosotros.
El poeta que conozco se llama Jesús Maroto, aquí le ven sentado a nuestro lado, sobrio, elegante, y por qué no decirlo, un puntito dandy, como lo fue el grandísimo Óscar Wilde o el genial Federico García-Lorca, tan vivo aún en la memoria.
Como todos nosotros algunas vez, el poeta también baja a los infiernos, como el Dante, pero gracias a Dios con la resurrección vuelven los poemas, y el rictus amargo se torna sonrisa. Y vuelve la poesía para suerte de los que leemos los libros que escriben los poetas, allí donde la misma belleza se manifiesta en la palabra suscitando un hondo sentimiento. Y, por supuesto, para infinita alegría de los que le quieren, su familia, su mujer, Mari Cruz, cuyo amor sin fórmulas secretas persigue; sus hijas Amanda y Ágata, en cuyas lágrimas «hallo el fruto de tu vientre madre ira», su querido tío Cleofé, a quien cuenta cómo la musa no le quita el sueño. Y también a sus amigos, con los que comparte hermosas tardes otoñales.
(…)
La velocidad de vértigo a la que se trabaja en las redacciones periodísticas hoy en día crispa en ocasiones el ánimo de los que en ellas trabajamos. Un día, no hace mucho tiempo, Maroto me llamó al periódico pidiéndome que, por favor, mantuviera su sección unos días más de lo habitual colgada en la red para que pudieran verla sus amigos del otro lado del charco. «Anda, si lo haces, te escribo un poema», me dijo. Era uno de esos días difíciles en lo laboral y yo, algo cortante, le espeté descreída: «Anda sí, escríbeme un poema, aunque si lo escribes tendrás que reflejar el demonio que hoy llevo dentro».
Y ahora, lo que voy a contar desvela hasta qué punto es incierto ese manido cliché de que las musas están detrás del nacimiento del poema: Al poco rato de mi conversación con Maroto, recibí un correo electrónico donde el poeta me decía: «Espero que te guste. Quizás un poco triste…No sé. Uno escribe como se siente en el momento de hacerlo. Ya me dirás».
Y juzguen ustedes, este es el poema, que lleva por título

Este arte sombrío.

Este arte sombrío no se ajusta a la vida
Y de muy poco valen los versos que se escriben
Aún si aprecian la ausencia fugaz y desvalida
Del tiempo, que va huyendo:
Luna o rosa en la noche hecha de estrellas,
Irreal como luna y como rosa hiriente.
Luna o rosa que cifra la memoria.
Este arte sombrío vale poco,
Y me pides que te escriba
Un poema en el que brille
La alta luz temblorosa del presente,
Su sol negro caído sobre el mar
Muerto del pasado, que surca un barco en llamas
(y en él van los recuerdos) camino del recuerdo.
Un poema que abra todas las puertas:
La que conduce al oro, la que lleva al poder,
La que esconde el misterio del amor,
La que oculta el secreto insondable de la felicidad,
La que te da la vida en el gozo de una visión sublime.
Un poema que sin mostrarse curioso
Preste importancia a las manchas de sangre
Que salpican las páginas de un periódico,
Y a los labios que buscan los tuyos en la sombra,
Y a la palabra que da el cobijo de un árbol
Y que acecha en los umbrales.
Un poema desesperadamente, civilizadamente,
Conteniendo las lágrimas, secándose el sudor, en el borde del mundo, al final del camino,
Oyendo cómo silban las balas enemigas
O descifrando el canto de los ruiseñores.
Un poema que detenga la turbia pesadilla
Que siembra de fantasmas tu descanso,
Y termine así:
Tú y yo tenemos dentro de nosotros
Una ciudad para los solitarios.
Yo no sé a ustedes, pero a mí me dejó sin palabras.


Esta anécdota refleja de forma clara que para Jesús Maroto la poesía forma parte de su cotidianidad, de su misma vida; es eso con lo que vuelve a casa cuando sale a comprar a la tienda de la esquina, -como cuenta uno de sus poemas-, y es también el mecánico que le arregla el coche, el del poema «Mi mecánico no lee poesía», cuya lectura recomiendo.
Hombre y poesía tan unidos impiden a Maroto presentarse a certámenes poéticos. Su verdadero premio es cuando un amigo le dice que le ha leído, o reeleído, o cuando sabe que sus poemas dejan pensando al lector, que remueven algo dentro. «Nunca me presentaré a un premio, rechazo comerciar con la poesía», me dijo un día, y supe que era verdad.
(…) "
En: http://www.abc.es/20111029/local-toledo/abci-palabras-munoz-poeta-201110291959.html




“Bone machine”, álbum aclamado por la crítica, ganador del Grammy por Mejor Álbum de Música Alternativa , que permea en sus temas una lírica oscura. Nada como esa cotidianidad para viajar: "Goin 'Out West"; Tom Waits. (1992)