El amor a distancia.
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El mundo de las barreras amorosas se ha convertido en el mundo de las posibilidades amorosas. En primer lugar, las barreras sociales se han permeabilizado y los controles sociales se han relajado. Antes era la unidad familiar la que regulaba y encarrilaba la elección de la pareja con arreglo a la propiedad y al estatus social. En nuestros días, la unidad familiar —cuando existe— ha perdido gran parte de su poder.
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El amor fue y sigue siendo amor imaginado. Tiene lugar en la cabeza, y lo sabemos. Lo peculiar del amor a través de internet radica en que solo tiene lugar en la cabeza. Internet modifica la condición grupal del amor. Hace posible, en primer lugar, la no presencia de los implicados, en segundo lugar, el anonimato de su contacto. Con ello, en tercer lugar, libera la imaginación. Y para terminar, puede imponer el imperativo de la optimización: «Antes de atarte para la eternidad, comprueba que no haya algo mejor>.
La ausencia de corporalidad en el amor a distancia y el anonimato que garantiza internet como punto de encuentro pueden incrementar el romanticismo de la búsqueda, pero también engendran desinhibición.
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Cuando un día el gran sueño de los amantes separados se cumple, es decir, se reencuentran y se convierten en una pareja en cercanía, el test de la realidad se hace inminente. Uno se olvida de las despedidas y descubre algunas facetas antes desconocidas del otro que la distancia había ocultado piadosamente. Es muy posible que entonces el amor a distancia vuelva a parecemos un sueño, y que el «ojalá estuvieras aquí» de los amantes a distancia se convierta en un «ojalá estuvieras allí».”
no sé a dónde ir,
no hablo con nadie,
no tengo nada que decir,
no tengo la menor idea de lo que busco,
ni de lo que quiero encontrar,
pero te quiero."
(Charles Bukowski)
Sé que puedo empezar de nuevo. (**)